Para Dios no hay imposibles
Y mirándole Jehová, le dijo: Ve con esta tu fuerza, y salvarás a Israel de la mano de los madianitas. ¿No te envío yo? Entonces le respondió: Ah, señor mío, ¿con qué salvaré yo a Israel? He aquí que mi familia es pobre en Manasés, y yo el menor en la casa de mi padre.
Jueces 6.14–15
Israel estaba ocupada por un pueblo enemigo, los madianitas. Con un poderoso ejército de 135.000 guerreros tenían completamente subyugado al pueblo de Dios. A modo de tributo, se llevaban lo mejor de la tierra y del ganado. El pueblo estaba, lógicamente, desmoralizado y sin esperanza.
En medio de esta situación un ángel se sentó cerca de Gedeón, quien estaba limpiando trigo para esconderlo de los Madianitas. El texto de hoy nos da los detalles de la misión que Dios venía a encomendarle a este varón. Sin rodeos, el Señor le hacía esta descabellada propuesta: ¡que él, un desconocido individuo de la tribu de Manasés, de una familia sin recursos, se levantara para librar a Israel de la mano de Madián!
Si usted hace una lista de los atributos que tenía Gedeón para la misión que le estaban encomendando, no encontrará muchos elementos que lo inspiren a creer que Dios ha encontrado a la persona indicada para la tarea por delante. Probablemente no tenía experiencia en lo militar, ni en la dirección de otros hombres. Era el menor de una familia pobre, una persona que seguramente estaba acostumbrada a no ser considerada en nada. Si le suma a esto las dimensiones de la misión que Dios le proponía, tendrá aun mayores razones para dudar acerca del desenlace exitoso del emprendimiento. ¿Qué podía hacer este “insignificante individuo” frente a semejante desafío?
esclavitud, para tomar posesión de una tierra ocupada por pueblos hostiles.
¡A Josué le propuso conquistar una ciudad fortificada cantando alabanzas! A Jonás le propuso predicar
buenas nuevas a un pueblo que se había propuesto la conquista del mundo. A los apóstoles les propuso que hicieran discípulos de todas las naciones de la tierra.
Es precisamente esta sensación de sentirnos completamente desbordados por la magnitud de un proyecto la que nos asegura que estamos frente a una propuesta divina. Dios nunca nos hace partícipes de planes que pueden ser logrados en nuestras propias fuerzas. El Señor se deleita en meternos en situaciones donde toda nuestra astucia, nuestros recursos y nuestras proyecciones se ven como absolutamente ridículos.
Este es el método de Dios. Si usted quiere participar en los proyectos de Dios necesita sentir que sus propios recursos son completamente inadecuados. Los proyectos de Dios solamente se logran con los recursos del Señor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario